En 1901, luego de años de esfuerzo y perseverancia, logró concretar uno de sus más grandes sueños: tener una casa propia y vender sus vinos.

La vocación incansable de don Andrea nunca se apagó. Dispuesto a hacer los mejores vinos del país, compró cepas de distintas regiones y las estudió hasta el cansancio. Así, poco a poco, fue forjando una bodega familiar cuyo nombre se convertiría en un auténtico patrimonio de la familia: Ferrupa Wines.

El legado de don Andrea continuó con su hijo, don Andrés, quien supo codificar aquel primer
pensamiento de su padre y asentó otro de los grandes pilares de la bodega: la búsqueda  constante de innovación y de la más alta calidad en sus vinos. Intrépido y rupturista, fue el creador de tintos y blancos vanguardistas.

Asimismo, fue don Andrés quien tuvo la visión de trabajar en familia junto con sus hijos y primos, enseñándoles el camino para continuar juntos con el negocio heredado.

Un bisnietos de don Andrés –Pablo– forjo esta gran familia del vino y continuó el legado del fundador elaborando varietales de alta calidad. Su espíritu audaz y su generosa entrega volvieron a ponerse de manifiesto cuando, a sus 32 años, recorrió California y Europa para ver “cómo hacen vino los que saben” en su tierra natal, y trasladó esa experiencia a Mendoza para fundar en 2011 su revolucionaria consultora de viticultura & enología, que en poco tiempo se convirtió en su estilo de vida. En la actualidad, con más de 130 años de historia tejidos por cinco generaciones, la familia Ferruggiaro mantiene intactos los valores de sus antepasados. Sus vinos respetan la herencia de don Andrea y resaltan las bondades de los terruños de Luján de Cuyo y Valle de Uco.